Andar de puntillas, con los pies hacia adentro o hacia afuera son algunas de las formas más visibles en las que se manifiesta la llamada “marcha autista”
El trastorno del espectro autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo caracterizado por dificultades en la comunicación, en la interacción social o el comportamiento. Al tratarse de un espectro, el autismo abarca una amplia variabilidad en la presentación y severidad de los síntomas, explican desde la Clínica Universidad de Navarra.
Ahora, un estudio de la Universidad de Monash en Melbourne (Australia) ha revelado otra de las señales que delatan el autismo: la forma de caminar. Andar de puntillas, con los pies hacia adentro o hacia afuera son algunas de las formas más visibles en las que se manifiesta la llamada “marcha autista”.
Sin embargo, las diferencias pueden ser más sutiles: paso lento, zancadas más amplias, mayor tiempo con un pie apoyado en el suelo y una marcada variabilidad en la longitud y velocidad de los pasos son rasgos comúnmente observados en personas dentro del espectro.
n análisis de tres décadas de investigaciones confirma que estas características no son episodios aislados ni limitados a la infancia, y que las diferencias en la marcha persisten a lo largo de la vida y, en muchos casos, se hacen más evidentes con la edad.
A menudo, estos patrones de movimiento se acompañan de otros desafíos motores como problemas de equilibrio, coordinación y estabilidad postural. También pueden ir de la mano con dificultades en habilidades como la escritura. Todo esto apunta a la necesidad de apoyos específicos para quienes enfrentan estas diferencias.
El cerebro detrás de los pasos
La explicación de estas particularidades se encuentra en el desarrollo cerebral, explican los investigadores. Estudios en neurociencia apuntan a diferencias estructurales y funcionales en dos áreas clave: los ganglios basales y el cerebelo. Los ganglios basales se encargan de la secuenciación del movimiento y permiten que la marcha sea fluida y automática. El cerebelo, por su parte, utiliza información sensorial y de posición corporal para ajustar el movimiento y mantener el equilibrio.
Las investigaciones indican que en las personas autistas, estas áreas pueden presentar variaciones en su estructura, su activación y en la manera en que se comunican con otras partes del cerebro. Este conjunto de diferencias da forma no solo a cómo caminan, sino a cómo procesan y ejecutan los movimientos en general.
Aunque en el pasado se pensaba que estas particularidades eran consecuencia de un simple retraso madurativo, hoy se sabe que responden a diferencias neurológicas persistentes. Además, la marcha autista puede estar influida por factores más amplios, como las habilidades motoras generales, el nivel de desarrollo cognitivo y del lenguaje.
Quienes tienen mayores necesidades de apoyo suelen mostrar patrones motores más marcados. En algunos casos, las alteraciones en la forma de caminar pueden ser un indicio de sobrecarga sensorial o cognitiva, y funcionar como una señal de que la persona necesita una pausa o intervención adicional.
Un futuro más empático
Aunque se ha avanzado en el conocimiento de la marcha autista, los investigadores aún buscan entender mejor la variabilidad individual y cómo adaptar los apoyos al desarrollo único de cada niño. A medida que crece la evidencia sobre los beneficios de la actividad física en el desarrollo social y emocional de los niños con autismo, también se multiplican las iniciativas para brindar apoyos desde la comunidad, fuera del sistema de salud tradicional.
Esta visión inclusiva, que acepta y acompaña las diferencias en lugar de corregirlas, marca un nuevo rumbo en el abordaje del autismo. Reconocer que hay muchas formas de caminar, moverse y estar en el mundo es también una forma de avanzar hacia una sociedad más empática y accesible para todos.
https://www.infobae.com/espana/2025/07/20/la-forma-de-caminar-puede-revelar-una-condicion-de-autismo-asegura-un-estudio/
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