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jueves, 3 de julio de 2025

¿Por qué mi bebé pega? El comportamiento que alarma a los padres pero es más normal de lo que crees

La agresión temprana no es sinónimo de maldad, sino una parte normal del desarrollo neurológico.
Natalia Pérez3 julio, 2025 - 11:30

Tu hijo de 18 meses acaba de darle un manotazo a otro niño en el parque. Los llantos llenan el aire y sientes las miradas de los otros padres clavadas en ti. Mientras te deshaces en disculpas por enésima vez esta semana, te preguntas: ¿qué estamos haciendo mal como padres? ¿por qué mi hijo pega?

Si has vivido esta escena, no estás solo. Muchas madres y padres atraviesan esta etapa de la crianza con desconcierto y angustia, sin saber que lo que ocurre es, en realidad, parte de un proceso absolutamente natural. La buena noticia es que, en la mayoría de casos, este comportamiento no tiene nada que ver con la crianza, el ambiente en el hogar o el hecho de que tu hijo sea ‘‘malo’’.

“Pegar o morder –en la mayoría de casos– es más una forma de comunicación que una agresión real”, explica Ana Isabel López Idarraga, neuropsicóloga infantil del Centro Neusi en Bilbao, España, quien subraya que, en la primera infancia, muchas conductas agresivas tienen un origen biológico. “El cerebro aún no ha madurado lo suficiente como para gestionar emociones intensas ni controlar impulsos. Así que, cuando el lenguaje no basta, aparece el cuerpo”.

Esto es especialmente frecuente entre los 18 meses y los 3 años. Es la etapa donde la frustración desborda, el lenguaje no alcanza y las emociones son difíciles de entender.
“Nos deshacemos en disculpas”

“Nos alertamos: no esperábamos tener una hija que pegara”. Así lo admite María, una madre primeriza que recuerda con frustración los primeros manotazos de su hija, que comenzaron hace alrededor del año y medio: “Es un sentimiento muy frustrante”. En su entorno no veían a otros niños comportarse igual y eso les causaba culpa y muchas dudas. “Como madre, me hacía sentir muy mal que fuera mi hija la que pegara y hacía llorar a otros bebés en el parque o en la escuela”.

Manu y Sara vivieron algo similar con su hijo. El pequeño empezó a pegar e incluso a morder a los otros niños a los 2 años. El padre, Manu, lo relata así: ‘‘Era muy estresante porque había que estar constantemente interviniendo, disculpándose con los otros padres... quieres echarle la bronca a tu hijo y a la vez ves que es muy, muy pequeño”. “No sabes cómo gestionarlo”, añade María. “Pensábamos que pegar era algo que hacían niños que lo veían en sus entornos o que solo ocurría entre hermanos”. La realidad, sin embargo, es diferente: “A pesar de que un bebé o niño pequeño se desarrolle en un ambiente emocional seguro, puede manifestar comportamientos tales como pegar, morder o empujar debido a diversos factores del crecimiento”, explica la especialista López Idarraga.Artículo relacionado: "Problemas Patológicos de conducta en Niños: ¿cómo detectarlos?"
La conducta, vista desde la neuropsicología

López Idarraga identifica claramente las causas. Uno de los factores es neurológico: "Los niños no muestran un desarrollo total de las estructuras cerebrales determinantes en la regulación emocional y, por ello, frecuentemente carecen de las capacidades para gestionar adecuadamente situaciones emocionalmente complejas”, explica. El otro factor, el principal, señala la neuropsicóloga, tiene que ver con la falta de desarrollo del lenguaje: “Al no ser capaces de exteriorizar lo que sienten mediante mecanismos lingüísticos, proceden a expresar la rabia mediante conductas más primitivas”.

Esta frustración por querer y no poder comunicarse era la causa por la que la hija de María empezó a pegar. ‘‘Creo que en el caso de mi hija respondía a una falta de capacidad de comunicación. Ella se expresaba muy bien con 18 meses, sabía muchas palabras, pero evidentemente, todavía era una bebé que empezaba a hablar y cuando intentaba expresar algo con palabras y no la entendíamos, o nosotros o sus compañeros, se frustraba mucho y la frustración le salía en forma de manotazos: pegaba a bebés, a niños e incluso a nosotros’’, admite esta madre, quien, para poder entender a su bebé, acudió a una psicopedagoga e incluso a un taller de rabietas.Quizás te interese: "Trastorno de oposición desafiante (TOD) en niños: causas y síntomas"
Herramientas prácticas: qué hacer y qué no con un bebé que pega

La profesional López Idarraga es clara sobre qué evitar. "Ante una conducta como pegar, las madres, padres o cuidadores deben actuar con tranquilidad, determinación y sin recurrir a gritos ni sanciones físicas. Es imprescindible no categorizar al niño como 'malo' o humillarlo, pues esto no instruye ni promueve la autorregulación", señala.

La razón vuelve a ser neurológica, explica la especialista. “Un niño de 2 años no tiene la capacidad cerebral para entender completamente las consecuencias de sus actos. Regañarlo o humillarlo es contraproducente y puede empeorar el comportamiento”.
1. La técnica del ‘primero el agredido’

“Aprendimos a atender a la persona agredida para que nuestra hija se diera cuenta de que lo que había hecho tenía consecuencias y que ella no era el foco de atención”, relata María. Esta madre aprendió esta técnica en un curso para paliar las rabietas y la experta en neuropsicología consultada por Psicología y Mente la respalda. Es contraintuitivo, pero funciona. Además, muestran empatía hacia el otro.
2. La técnica de contención

Después de la primera atención, viene el momento de la enseñanza, como señala López Idarraga. “Es crucial contener al niño, reconocer su sentimiento y aclararle que el acto de pegar no es una manera aceptada de expresarse”. Sin gritos y con calma, María le explicaba a su hija que no se puede pegar cogiéndole las manos. “Le decía que las manos se utilizan para otras cosas como jugar, comer o hacernos caricias”, recuerda.

3. Enseñar a reconocer las emociones

Antes de poder controlar una emoción, tu hijo necesita identificarla. "Es esencial ofrecer herramientas de autocontrol emocional ajustadas a su etapa de desarrollo", explica López Idarraga. "Algunas tácticas eficaces incluyen enseñarles a reconocer e identificar sus sentimientos". María lo aplicó: "Entiendo que estés enfadada" fue, para esta familia, una frase clave. De esta manera los padres ponían nombre a lo que su hija sentía, ayudándola a conectar la sensación física con una palabra.
4. Ofrecer alternativas físicas

“Ofrecer salidas físicas, como patear en el suelo, gritar o apretar un cojín, puede ser entendido como un método seguro y regulado para que el niño libere la tensión emocional acumulada”, apunta la experta. “Estas estrategias permiten dirigir la rabia o la frustración sin perjudicar a los demás, siempre que se instruyan en un entorno de restricciones claras y de acompañamiento”, matiza. En el caso de la hija de María, este método fue especialmente efectivo. “Su padre y yo le insistimos en que si sentía rabia o mucho enfado dentro del cuerpo, podía patalear contra el suelo. Y funcionó”, celebra. Este método fue parte de la evolución natural hacia formas menos agresivas de expresión para la hija de María.
5. ¿Y el "perdón"? No tan rápido.

Puede resultar sorprendente, pero López Idarraga advierte: "No siempre hay que pedir al niño que pida perdón de inmediato, especialmente en etapas tempranas, dado que a menudo no entienden aún el auténtico sentido del perdón".
6. Técnicas de calma adaptadas y espacios seguros

Una vez superada la canalización de la rabia, los expertos aconsejan "usar métodos sencillos de respiración o pausas para lograr la calma". Puede parecer complicado con menores de dos años, pero estas técnicas funcionan adaptándolas a su edad, por ejemplo, enseñando a contar hasta tres, a soplar (como si se soplaran velas de cumpleaños) o, simplemente, hacer una pausa tranquila en algún lugar calmado.


También es importante "ofrecer lugares seguros donde puedan expresarse de manera libre, haciendo juegos o actividades creativas", recomienda la experta. Puede tratarse de cosas muy simples, como un rincón con cojines donde pueda ir cuando se sienta abrumado, o actividades como pintar, hacer plastilina o música para canalizar emociones.
El fin de la etapa

Según el estudio científico Development of Aggression, los niveles generales de agresión física alcanzan su pico alrededor de los 20-22 meses y luego disminuyen. Otra investigación (The early childhood aggression curve, 2006), que siguió a 2.253 infantes, confirma que las tasas de comportamientos físicamente agresivos aumentan en el segundo año de vida y declinan a partir del tercer cumpleaños.

Mientras dura esta etapa, “la labor fundamental de los padres y de los profesionales es la de promover y enseñar a expresar la rabia y el enfado de manera que no hagan daño a los demás ni a sí mismos”, señala López Idarraga. Y concluye: "Es recomendable acudir a un especialista si los comportamientos de pegar persisten de manera constante más allá de los 3 o 4 años, son frecuentes, intensos o desmedidos, y no mejoran con intervenciones apropiadas en casa o en el colegio".

Natalia Pérez. (2025, julio 3). ¿Por qué mi bebé pega? El comportamiento que alarma a los padres pero es más normal de lo que crees. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/por-que-mi-bebe-pega

https://psicologiaymente.com/desarrollo/por-que-mi-bebe-pega

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