domingo, 8 de junio de 2025

“Si sabemos exactamente qué falla en el autismo, podemos pensar cómo corregirlo”.

 Mònica López Ferrado

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un 1% de la población mundial padece trastorno del espectro autista (TEA) en mayor o menor grado. Pero el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 reconoce en el I Plan de Acción en Trastorno del Espectro Autista 2023-2027 que “la información sociodemográfica sobre el colectivo de personas con autismo es todavía muy limitada” y apunta la necesidad de avanzar en su detección, así como en el estudio sobre la singularidad de los casos.

Neurodesarrollo
La proteína CPEB4 es esencial para el correcto desarrollo de las neuronas

Carla Garcia-Cabau y Anna Bartomeu, del Institut de Recerca Biomèdica (IRB Barcelona), investigan una proteína responsable de la cadena de sucesos que ocurren en las neuronas para llegar a este trastorno. Han publicado sus resultados en un artículo publicado en Nature que firman como primeras autoras. Han realizado la investigación en ratones, pero los resultados indican que podría ser una diana a la que apuntar para el tratamiento del autismo, así como un biomarcador para su diagnóstico.

Aplicaciones clínicas
“Hemos trabajado con neuronas de ratón; queremos colaborar con hospitales”

¿Qué les llevó a iniciar este estudio sobre el autismo?

C.G.-C.: Todo empezó a raíz de otro estudio del IRB Barcelona publicado en 2018 en el que se identificó un problema en una proteína en el contexto del autismo. A partir de ahí, decidimos profundizar en ese hallazgo para identificar exactamente cuál es el problema con esa proteína y su relación con un trastorno del neurodesarrollo como el TEA.

¿De qué proteína se trata?

A.B.: Es una proteína llamada CPEB4. En personas con autismo, el gen que la codifica no da lugar a una proteína funcional. Le falta un fragmento esencial para que funcione correctamente en neuronas. Falta un microexón, una pequeña secuencia de solo ocho aminoácidos que afecta a su función. Y aunque representa solo un 1% de la longitud total de la secuencia de la proteína, su ausencia tiene un impacto profundo en las neuronas.

C. G.-C.: La proteína CPEB4 actúa en las células formando unas estructuras, condensados biomoleculares, que se disuelven cuando se estimulan las neuronas y favorecen su desarrollo. Cuando falta este microexón, los condensados pierden su capacidad de disolverse adecuadamente durante la estimulación neuronal, y esta anomalía impide el correcto desarrollo de las neuronas, lo que podría estar vinculado al TEA.

¿Por qué tiene un impacto tan grande el mal funcionamiento de esta proteína?

C.G.-C.: Porque actúa como un interruptor maestro, regula la producción de muchas otras proteínas con funciones muy distintas. Y es especialmente importante en las neuronas, ya que muchas de las proteínas que regula son fundamentales para el correcto desarrollo del cerebro.

A.B.: CPEB4 se encarga de asegurar que las neuronas tengan la forma adecuada para que puedan conectarse correctamente entre ellas. Si eso no ocurre, el desarrollo neuronal se ve comprometido.

Qué aportaría una prueba biológica al diagnóstico?

C.G.-C.: Es un trastorno difícil de diagnosticar. Hay que distinguir dos tipos de autismo. El sindrómico se asocia a síndromes genéticos concretos. Pero hay otro tipo, el que estudiamos nosotras, el autismo idiopático o no sindrómico, que representa el 80% de los casos, del que no se conoce la causa y no hay un marcador molecular que indique que una persona tiene esta neurodivergencia.

A.B.: Actualmente el diagnóstico se basa principalmente en observaciones clínicas del comportamiento. Si sabemos que a la proteína CPEB4 le falta un fragmento en algunas personas con autismo, podríamos buscar esa alteración. Podría ser un biomarcador para diagnosticar el autismo.

¿Han determinado qué porcentaje de proteínas están afectadas por la anomalía en caso de autismo?

C.G.-C.: En individuos sin autismo, aproximadamente el 70% de las proteínas CPEB4 incluyen el fragmento correcto y el otro 30% no. Sin embargo, en sujetos con autismo, el porcentaje de proteínas sin el fragmento asciende a un 45 %. Esa diferencia del 15 % ya es suficiente para que se produzca la agregación y el mecanismo molecular alterado.

Entonces, no todas las proteínas están defectuosas…

C.G.-C.: Exacto. Siempre hay una mezcla, pero existe un umbral crítico a partir del cual la función normal se rompe. Eso es lo que queremos explorar más en futuros estudios.

¿El paso de ese umbral se relaciona con la aparición del trastorno?

A.B: Es una hipótesis que queremos explorar. Si realmente fuera así, el diagnóstico con la proteína como biomarcador no solo permitiría decir “sí o no” al autismo, sino que también ofrecería una previsión del grado. Por ejemplo, en casos de autismo leve, podríamos encontrar un 60/40.

¿Abre nuevas posibilidades terapéuticas?

C.G.-C.: Este mecanismo afecta realmente al neurodesarrollo, por lo que entender este proceso molecular abre la puerta a tratamientos. Si sabemos exactamente qué falla, podemos pensar en cómo corregir esta alteración molecular. Es el paso previo indispensable para plantear un fármaco.

A.B.: Una posibilidad sería revertir la falta de ese fragmento actuando sobre el ARN de CPEB4.

¿Qué metodología han utilizado para este estudio?

A.B.: Hemos trabajado con proteína purificada in vitro, con líneas celulares transformadas, con neuronas primarias de ratón y también con tejido cerebral completo de ratón.

C.G.-C.: Queremos empezar a colaborar con hospitales, porque necesitamos acceso a muestras. Queremos ver si podemos detectar la presencia o ausencia del fragmento en tejidos de fácil acceso, como la sangre, o mediante otros métodos.




https://www.lavanguardia.com/internacional/20250608/10767444/trump-saca-militares-calle.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario